Páginas

lunes, 22 de octubre de 2012

Ignacio Baleztena y el Dr. Carlos Jimenez Díaz en Pamplona



            Querido lector, como veíamos en entradas anteriores los Baleztena nada más comenzar la guerra procuraron evitar represalias y salvar gente que posiblemente iba a ser fusilada o encarcelada, como desgraciadamente ocurre en todas las guerras. Pues bien, en esto tampoco se paraban a ver la procedencia social, ideológica ni hacían ninguna acepción. Lo mismo salvaban a unos leizarras del pueblo, aunque fueran enemigos dclarados de la familia, como a un carabinero, como a personalidades importantes. Y esto último es precisamente lo que vamos a ver que hizo el aitacho en esta entrada.

            Estando mi padre Ignacio Baleztena de permiso en Pamplona en marzo de 1937, le avisaron que un importante médico que acababa de llegar a la ciudad, se hallaba detenido acusado de republicano y traidor. El doctor en cuestión era ni más ni menos que Carlos Jiménez Díaz[1], al que mi padre no conocía personal­mente y además ni siquiera había oído hablar de él anteriormente. Pero esto no fue óbice para que el aitacho, ni corto, ni perezoso, se presentara en el calabozo, vestido de requeté, solicitando ver al doctor Jiménez Díaz. 

Ignacio Baleztena de Requeté acudió a interceder por el Dr. Carlos Jiménez Díaz
El encargado le advirtió:

-         Sr Baleztena, le advierto que este señor es un destacado republicano liberal.

Mi padre, Ignacio Baleztena, con todo su desparpajo y con aire indignado respondió:

-         Perdone que le contradiga pero esto es imposible, es el médico de nuestra familia e íntimo amigo desde hace años y yo respondo por él. ¡Menudo error han cometido!.

A regañadientes el encargado le acompaño hasta la celda donde se encontraba Jiménez Díaz. Mientras tanto el aitacho conforme avanzaba aumentaba su bildurra[2], como solía decir él, e iba pensando cómo podría salir indemne de este lió. A ver si al final el que iba a parar el con sus huesos en la cárcel por traidor era él. ¿Cómo respondería el médico ante el saludo de un presunto amigo que realmente no conocía de nada?. Cuando finalmente llegaron a la celda le avisaron a Jimenez Díaz que tenía la visita de un amigo. En tierra hostil, el médico mantuvo la prudencia, aunque el nombre de Baleztena no le decía nada.

-         Ya puede pasar Sr. Baleztena- dijo el encargado

Mi padre, gran actor teatral, nada más franquear la puerta se abalanzó sobre Jiménez Díaz dándole un efusivo abrazo diciendo en voz alta

-         Pero hombre Carlos, qué haces aquí- y mientras le abrazaba con gran ceremonia le susurraba al oído su nombre - soy Ignacio Baleztena.

Jiménez Díaz, tras el asombro inicial, intuyó de qué iba el tema y jugándosela siguió la comedia con aquel hombre al que no había visto nunca.

-         Ya ves Ignacio. ¿Cómo tu por aquí?

-         ¡Que menos!, con todo lo que has hecho por nuestra familia como médico y como amigo, y ahora…, esto tiene que ser un malentendido. Déjalo en mis manos.- Y con otro abrazo se despidieron.

El Dr. Carlos Jiménez Díaz fue liberado de prisión por intervención de Ignacio Baleztena en Marzo de 1937 en Pamplona

Ese mismo día salieron ambos juntos del calabozo y el aitacho le invitó al Dr. Carlos Jiménez Díaz a Casa Baleztena, donde fue acogido una temporada hasta que pudo volver a su alojamiento en el Hotel La Perla de Pamplona. Lo cierto es que desde aquel día siempre fueron grandes amigos, pese a sus discrepancias políticas.

Pero estando en Septiembre ocurrió una cosa… que veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1]Famoso médico y Profesor de Patología y Clínica de Madrid; de la Orden de Alfonso el Sabio; premio de Ciencias médicas de la Fundación March; fundador y director del Instituto de investigaciones clínicas y médicas; director de la Clínica de la Concepción y de la Fundación que lleva su nombre.
[2] Miedo

viernes, 19 de octubre de 2012

Las aventuras del rey Baltasar en el Frente de Madrid, por Ignacio Baleztena



Querido lector, veíamos como el aitacho, estando a comienzos de 1937 en el frente de Madrid, en Leganés, viendo a los niños que estaban sufriendo sin culpa los horrores de la guerra viviendo entre ruinas, y pensó que la mejor manera de alegrarles un poco la penosa situación, aunque fuera por un día, era organizando una Cabalgata de Reyes Magos, que repartieran un poco de ilusión a todos, sin tener en cuenta bandos ni procedencias. Con su experiencia en esas lides, ya que mi padre Ignacio Baleztena fue el iniciador de la cabalgata de Pamplona la cosa no podía salir mal, y para eso embarcó en el asunto a todo el que encontró por medio. Para ver como se fraguó el tema te recomiendo que pinches aquí. Pues bien, precisamente tenemos un testimonio directo del desarrollo de este festejo en pleno frente de batalla, porque nos lo cuenta el mismo Ignacio Baleztena (Tiburcio de Okabío) con su particular humor en una Iruñería escrita el 11 de Enero de 1953 bajo el título “Las aventuras del Rey Baltasar en el Frente de Madrid”:

Ignacio Baleztena fue el iniciador de la Cabalgata de Reyes Magos de Pamplona, siendo durantemuchos años el representante directo de S.M el Rey Baltasar
             “... Organizose la Cabalgata en el patio de una fábrica abandonada de fideos y pastas alimenticias, sita en las afueras de Getafe, frente a la desembocadura de la carretera que une las de Toledo y Andalucía. Eligiose este lugar, por ser el que más garantías de seguridad ofrecía, pues estando el tal edificio coronado por una gran torre y su más que regular chimenea, ofrecía un magnífico blanco a las baterías de Vallecas y el Retiro, y como era natural, todos los pepinazos caían por los alrededores haciendo grandes destrozos en casas, almacenes, huertas y jardines, pero sin dar, ni por casualidad, una sola en el objetivo.

            Formada ya la cabalgata, la nuba marroquí la emprendió con una estrepitosa tocata berebere que soliviantó a los bélicos corceles de la comitiva que se pusieron a caracolear, corcovear y desarrollar, la variada serie de saltos, brincos y zinzilipurdis que registran las leyes de la equitación.

            El magnífico caballo, de pura raza árabe, que yo montaba, después de realizar a la perfección una serie de jeribeques tan sólo vistos en las películas del lejano Oeste, emprendió un furioso galope hacia Madrid, sin que yo consiguiese llegar a detenerlo a pesar de los estentóreos ¡¡¡sooo... sooo... caballo, sooo...!!! que le lanzaba. Lo más natural en estos casos es tirar de las riendas, pero yo, inexperto jinete, las solté para agarrarme como una lapa al arzón de la silla.

            Al revés de lo que le ocurría al Cid, que una vez puesto en la silla se iba ensanchando Castilla delante de su caballo, yo iba viendo que se acortaba la distancia que nos separaba de la excoronada Villa y el pánico iba invadiendo mi ánimo de una manera alarmante. Por que el trilema era de viaducto: O el caballo pisaba las riendas y se caía dando una voltereta de carnero dejándome más laminado que una calcomanía, o sin necesidad de que él pisara las riendas medía el suelo yo con mis costillas quedando, amén de diversas fracturas, con las biricas hechas una inmunda piltrafa, o, sin pasar por ninguna de ambas regocijantes perspectivas, llegaba mi caballo en su diabólico galopar hasta Madrid, atravesando la calle de Toledo cual apocalíptica visión. ¡Santa Virgen María! ¿Qué sería de mí en este caso? ¡Quien sabe si con esto se hubiesen precipitado los acontecimientos y los rexidores de Madrid, presos de indecible pánico, hubieran salido a entregar las llaves de la Villa al rey Baltasar, y ... hubiera sonado el “finis coronat opus”!.

            Pero la Providencia siempre al quite de todos los males, no faltó en tan angustiosa situación al de éste inexperto y chambón caballista. Unos cuantos regulares que ocupaban la caseta de un fielato abandonado al ver acercarse tan estrambótica visión, salieron corriendo a la carretera y consiguieron, no solo detener al desbocado caballo, sino también sosegarlo. Me miraban asombrados, como a un bicho raro, y se preguntaban qué diablos venía a hacer por aquellos andurriales aquel califa de guardarropía. Con la ayuda del sargento les expliqué, que a pesar de mi turbante yo no era Abderramán, ni mucho menos el yerno del Profeta, aunque a primera vista tuviera una ligera semejanza con ellos, y una vez convencidos, amables y sonrientes, se pusieron a mis órdenes y cuatro de ellos me acompañaron hasta Getafe ... La nuba sopló con más fuerza que antes, pero sin asustar ya a mi bíblica cabalgadura. La banda del requeté de Vitoria interpretó la Marcha Real, y rodeado de los moros de mi escolta que me vitoreaban, inconscientes de que tomaban parte activa en una fiesta de cristianos, hicimos triunfal entrada en la plaza de Getafe.

            En medio de la plaza se improvisó una plataforma con tres sillones endoselados y en ellos nos sentamos los orientales monarcas procediendo, después del discurso del rey Melchor, al reparto de ropas y juguetes entre los mocetes del pueblo. Cuando más animada se hallaba la ceremonia, se oyó un zumbido alarmante precursor de la aparición de algún rata ruso y sonó el ¡sálvese quien pueda!. Todos corrieron a los refugios y portales pero como “non es de sesudos homes ni de fidalgos de pro”, máxime si se ven con insignias de realeza, dar la espalda al enemigo, allá, en nuestros puesto, permanecimos los tres monarcas recomendando calma y organizando la retirada. Yo, la verdad, pasé un miedo horrible. Menos mal que el corcho quemado que tiznaba mi faz impidió ver la palidez mortal que tuvo a bien invadirla. Atravesó la plaza el bicharracus volador y al pasar por encima de la fábrica soltó tres marmitas que, por no perder la costumbre, no dieron en el blanco, pero sí hiceron  serrín la caseta del perro de una villa próxima, esparciendo las piltrafas de su ocupante por los etéreos espacios. ¡Qué bueno supo el rancho al día siguiente! ..."

            Después, emprendieron la marcha a Leganés y la fiesta se repitió en varios pueblos, "y en todos, chicos y grandes, civiles y militares pudieron  bendecir la caridad de los mocetes navarros que con tanto desinterés se desprendieron de sus juguetes, ropas y ahorros para endulzar las tristezas de sus pobres hermanitos del frente de Madrid”

Tiburcio de Okabío. Iruñería. Diario de Navarra. 11-1-1953

            Y es que el aitacho tenía que imprimir su carácter hasta en la guerra, ya que no fue la única celebración que organizó, incluidos sanfermines en el frente entre otras. Pero cambiando de tercio en la próxima entrada si Dios quiere veremos una curiosa aventura que le ocurrió también en 1937 con un reconocido personaje.

domingo, 14 de octubre de 2012

Ignacio Baleztena y los Reyes Magos en el frente en 1937


Querido lector, dejábamos al aitacho en los funerales de DAlfonso Carlos, y como cuenta su hermana tía Lola:

“Finalizó el año 36, dejando tras sí reguero de lágrimas y sangre, pero también saturado de vibraciones de entusiasmo, de actos de generosidad y valor, como para sublimar una época y pasar a la historia... si algún día llega a escribirse imparcialmente”.

            Pues bien, el aitacho, siguiendo su carácter y forma de ser, no podía pasar por el frente quietico sin meterse en líos y no se le ocurrió mejor idea que organizar sus consabidas actividades, muy poco ortodoxas para la gravedad de una guerra, pero que ayudaban a alegrar un poco el ambiente incluso en medio de tan dramática situación. Así en las Navidades de 1937, des­pués de haber estado en 1936 en los frentes de Zaragoza y Huesca con el Tercio María de las Nieves, acabó destinado en Lega­nés con el Tercio de Requetés de Cristo Rey y allí precisamente es donde organizo uno de sus  festejos preferidos. Viendo mi padre, Ignacio Baleztena, aquellos niños que estaban sufriendo sin culpa los horrores de la guerra pensó que tras 5 años de república en la que habían estado privados de la ilusión de disfrutar de los Reyes Magos, la mejor manera de alegrarles la penosa situación, aunque fuera por un día, era contar con los especialistas en transmitir ilusión, es decir SSMM Melchor, Gaspar y Baltasar. Para eso puso manos a la obra y en una reunión celebrada en el “Club Golfin” de Leganés mi padre Ignacio, encargado de la intendencia, propuso trasladarse a Pamplona en un camión facilitado por el General Rada para proveerse de juguetes, ropas de niños, turrones, caramelos y cuantas cosas pudieran servir para paliar la triste situación de miseria en que habían quedado los niños de aquellos pueblos que vivían entre las ruinas de sus casas, independientemente de ideologías y bandos.
   
Dip. y Junta de Guerra Carlista en Leganés
          Llegado a Pamplona, unas palabras a través de Radio Navarra bastaron para que al día siguiente el camión se viese pletórico de toda clase de cosas para los mocetes, y de botellas, tabaco, camisetas, etc. para los soldados. En Vitoria, las Margaritas[1] de aquella ciudad, enteradas del proyecto, esperaban con varios lotes de regalos, y lo mismo hicieron las de Irún, que en un auto cargado de presentes alcanzaron al camión.

            Llegados a Leganés, se nombraron a los representantes de los tres Reyes Magos, pajes y séquito que se vistieron con los trajes de la Cabalgata de Pamplona, generosamente cedidos por la Asociación de la Prensa que era la que organizaba la Cabalgata en Pamplona; el General Rada facilitó los caballos y hasta una Compañía de moros para acompañar al Rey Baltasar cuyo representante lógicamente era mi padre, siguiendo la costumbre que él mismo había instaurado con anterioridad en Pamplona (pinchar aquí para conocer el origen de la cabalgata de Pamplona). La fiesta había de comenzar en Getafe, continuar en Leganés y luego, en días sucesivos, en los pueblos del frente.

            Muy de mañana, después de haber salido con el Rosario de la Aurora, magistralmente cantado por un grupo de requetés del Tercio de la Virgen del Puy, y oída la misa, se emprendió el viaje a Getafe en la camioneta que llevaba la carne para los que guarnecían el Cerro de los Angeles.

Los que guarnecían el Cerro de los Ángeles, junto a los restos del Sagrado Corazón de Jesús que fue fusilado, derruido y despedazado por las izquierdas. En la camioneta que les llevaba la carne se trasladaron Sus Majestades los Reyes Magos en 1937.

            Y como no podía ser menos, el organizar una cabalgata de reyes en pleno campo de batalla tiene sus riesgos y lo que tenía que pasar pasó, porque se llevó un buen susto que le hizo comen­tar con su acostumbrado humorismo: "¡Qué ocasión me he per­dido tan estupenda de ser recibido en el Cielo con esta mortaja!. Cualquiera se atrevería a cerrar las puertas del Cielo al Rey Baltasar".

            Pero en la próxima entrada entrada si Dios quiere veremos como el propio aitacho nos cuenta tan singular cabalgata en una de sus iruñerías, que para variar no tiene desperdicio.[2]

De momento hoy también muy de mañana vengo del Rosario de la Aurora magistralmente cantado por los Auroros de Santa María, tan bonito como siempre, como todos los domingos de Octubre por las calles de Pamplona, con las biznietas del aitacho. Y después churricos de la Mañueta, como es menester. Que siga la Tradición.


[1] Asociación tradicionalsta de mujeres. Así se llama coloquialmente a las carlistas. Tomaron este nombre en recuerdo de Dña. Margarita de Parma, esposa de D. Carlos VII.
[2] Diario de Navarra, 11/1/1953, Iruñerías.

viernes, 12 de octubre de 2012

La Virgen del Pilar

Cantad, cantad
a la Virgen del Pilar

Querido lector, no quiero dejar pasar esta fiesta mariana tan importante ya que el aitacho era muy devoto de Ntra. Señora, y además en Pamplona donde especialmente se le venera es en la Parroquia de San Nicolás, a la que pertenecía mi padre.

Ella es protectora no solo de España y la Hispanidad, sino incluso de Lecumberri cuyas fiestas celebró tantas veces el aitacho y cierran la temporada festiva en Navarra.

Silvita Jaurrieta Baleztena, sobrina de Ignacio, en Lecumberri

Es costumbre arraigada entre los irunshemes pasarse hoy por la citada parroquia de S Nicolás a hacerle una visita. Ella está esperandonos. No la defraudemos. Y para completar la jornada nos vemos en el Rosario de los Esclavos en la Catedral a las siete y media, como siempre.

Virgen del Pilar ruega por nosotros

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ignacio Baleztena y San Fermín Chiquito o de Aldapa



Querido lector, enfrascados como estábamos en la biografía del aitacho se nos están pasando celebraciones importantes como San Miguel, al que tanta devoción le tenía, y el comienzo del mes de Octubre, mes del rosario.

Sobre estos temas ya habíamos escrito como puedes leer en otras ocasiones. Pero se nos ha pasado un poco de puntillas la reciente celebración de las fiestas de San Fermín Chiquito o de Aldapa, con las que también mi padre Ignacio Baleztena se involucró en su recuperación en los años 40 y de las que disfrutó como el primero.

Joaquín Ignacio Baleztena Mateo, biznieto de Ignacio Baleztena, sigue la tradición de su bisabuelo en San Fermín Chiquito

Pero mejor que escribir yo, cedo la pluma a la Revista Pregón y posteriormente al interesante libro que escribieron los Elizalde con motivo del 125 aniversario de la Churrería la Mañueta.

            En noviembre de 1948, en el nº 17 de la Revista Pregón, Ignacio Baleztena escribe el siguiente artículo, bajo el título “Fiestas en el viejo Pamplona”.

            “El Barrio de Aldapa ha celebrado este año, después de un tímido ensayo el pasado, fiestas en honor de San Fermín “CHIQUITO”. Viejas mecetas, desaparecidas hace años, que ahora, vuelven a meter ruido. Un ruido popular que encajará seguramente en el revivir de los motivos más típicos en el tono de la alegría festera pamplonesa”.

            “Los organizadores ambicionan que las mecetas de su barrio tengan el gran esplendor de los tiempos pasados. Para ello, han de mirar más, al espejo del alma de nuestro pueblo, ahondar en ella, ofrecerle actos en los que se vea reflejada junto a la música y el jolgorio de todos los tiempos”.

            “PREGON”, atento a todas las palpitaciones de la vida Navarra, recoge gustoso la noticia de la reanudación de las fiestas del 25 de septiembre en el Barrio de Aldapa y hace votos porque perduren “con un tinte propio, en el cuadro de las buenas costumbres pamplonesas”, alegres y sencillas.

            Y ofrece a sus lectores una mirada retrospectiva de este artículo Del viejo Pamplona, que nuestro colaborador Premín de Iruña escribió en el Programa de las Fiestas del Barrio de Aldapa. “Estampa de sabor y humor que en parte se ha reproducido este año en los Gigantes de los Churreros de la Mañueta, paseados, en 1948, triunfalmente, al son de las dulzainas, con sus collares de huevos cocidos, longanizas, churros y chanchigorris que, al fin, iban a parar a los estómagos insaciables de la chiquillería…”


Los gigantes de la Mañueta

En el libro del 125 aniversario de la churrería de La Mañueta, de la que tan buenos recuerdos nos transmitió el aitacho, la querida familia Elizalde, con Paulina - la bella Pascualita - a la cabeza, narra como se deleitaba con aquellos giganticos que salieron por primera vez en 1905, que conservaban ese sabor de barrio, de pueblo, de gente, que tanto gustaba al aitacho. Extraigo de este libro conmemorativo, que tan buen sabor irunsheme tiene, algunos párrafos:
           
“Del magín de D. Elías, el abuelo Elías y de su churrería, salieron los famosos gigantes de la Mañueta, amigos de D. Ignacio Baleztena. Los bailaron los hermanos Arroba...

            Pedro Trinidad tenía el taller de carpintería al lado de la churrería...

            Se sacaron por primera vez en 1905. Aquel día los trajes que llevaban eran de papel y, como llovió a jarros, cuando regresaron llegaron deshechos, como una baba; no servían para nada y hubo que hacérselos de tela para la siguiente salida...

            La última vez que los gigantes anduvieron por el barrio fue en San Fermín Chiquito en 1948, y uno de los que más disfrutó con ellos fue precisamente Ignacio Baleztena. Se quedó a comer con nosotros y aún nos bailó algunas jotas...

            No volvieron a salir porque mi madre no quería, aunque un año, en San Fermín, unos chicos, entraron en la huerta y anduvieron con ellos por algunos sitios hasta las cinco de la madrugada. Normalmente, se guardaban para el barrio, cuando había que celebrar...

            El 13, fiesta de Santa Lucía, fiesta de la churrería de la Mañueta, día del centenario de la misma, los gigantes volvieron a salir, los nietos de D. Elías se empeñaron. Recompusieron las coronas, los arreglaron y asearon, ayudados por los hermanos Arribas que conocieron la primera salida de los gigantes, y a las 12, cuando se dejó de hacer churros, salieron los gigantes y se pasearon por la Mañueta y por todo el barrio y estuvieron plantados delante de la fachada de la churrería hasta la hora del cierre, hacia la una del mediodía.

            Pusieron en la churrería un libro para recoger firmas de las personas que nos visitaron y recogimos firmas y dedicatorias. Así, Dolores Baleztena, recordando a su hermano Ignacio, dedicó: “Con el mayor cariño y entusiasmo ¡Vivan los gigantes churriguerescos! Por toda la familia Baleztena. DOLORES”...

Los gigantes de la churrería La Mañueta, foto sacada del libro conmemorativo del 125 aniversario de la misma
             En “TEMAS DE CULTURA POPULAR”, editados por la Diputación Foral de Navarra, de su número 169, recogemos en la Historia de los Antiguos Barrios de Pamplona, por Premín de Iruña:

            NAVARRERIA.- Los del tercer Barrio, llamado la ciudad de Navarrería, eran los más alborotadores y pendencieros. Estaban muy orgullosos porque en el recinto de su población se encontraban: la Catedral, el Palacio del Rey y el del Obispo y la gran churrería de la calle Mañueta; cuyos churros no tenían rival en el mundo entero.”

Cruce de miradas entre Joaquínico Baleztena Mateo, biznieto de Ignacio, y el cabezudo.
             Bueno, yo creo que merecía la pena hacer esta pausa en la biografía del aitacho porque la ocasión la merecía. Y es que allí donde había fiestas, especialmente con gigantes, tenía que estar Ignacio Baleztena. Tranquilos que no me voy a descentrar, que luego me reñís. En la próxima entrada si Dios quiere seguiremos con la biografía del aitacho.

lunes, 1 de octubre de 2012

Ignacio Baleztena en el funeral y entierro de D. Alfonso Carlos I



            Querido lector, veíamos como el aitacho había venido de permiso desde el frente para acompañar a su familia tras la muerte de su sobrino Chan en Navafría. 

Ignacio Baleztena de requeté con alpagartas en Leiza, con su mujer Carmen y sus 6 hijos en 1936.
 Tras unos breves días en Leiza se disponía a volver cuando llegó la noticia de otro fallecimiento, que esta vez no afectaba a su familia pero si a la “familia” tradicionalista: tras poco más de dos meses de guerra, el 28 de Septiembre de 1936 el querido rey carlista D. Alfonso Calos I sufría un accidente y al día siguiente, el 29, festividad de San Miguel, fallecía en Viena. Es decir hace 2 días fue el 76 aniversario de su muerte. Nos lo cuenta tía Lola, hermana de mi padre:

Retrato dedicado a Joaquín Baleztena de D. Alfonso Carlos I y Dña. María de las Nieves. Fueron unos reyes muy queridos por la familia, e Ignacio Baleztena precisamente combatió en el Tercio de Requetés María de las Nieves, formado en Pamplona en Julio de 1936.

            “Cuando los requetés luchaban y avanzaban por todos los frentes al grito de ¡Viva el Rey!, moría el rey en Viena atropellado por un camión. D. Alfonso Carlos, el antiguo Zuavo Pontificio. Por sus muchos años, no podía vivir, y sin embargo la sombra de su realeza se proyectaba sobre los soldados de la Tradición y animaba a la juventud, para quien los años no tienen importancia, porque ven muchos por delante.”

Recordatorio de difuntos de D. Alfonso Carlos I. Dale Señor el Descanso Esterno y brille para él la Luz Eterna.

Reverso del recordatorio de difuntos de D. Alfonso Carlos I. Una oración por su alma. Descanse en Paz.

            Este acontecimiento hizo que mi padre Ignacio Baleztena retrasará su regreso al frente para acudir a Viena, a los funerales por el eterno descanso de D. Alfonso Carlos I. Naturalmente, antes, en Leiza, pudo hablar con su hermano tío Joaquín y con parte de los carlistas que iban a ir hasta el castillo de Puchheim, formando parte de una nutrida comisión española. Así hablaron de cómo los requetés se habían entregado a la defensa de sus ideales sin condiciones y mientras se desgastaban en los frentes otros grupos comenzaban a tomar posiciones en lo que sería la futura configuración del Estado sin contar con ellos. Coincidiendo con la muerte del rey D. Alfonso Carlos, Francisco Franco era nombrado generalísimo con mando único para dirigir el naciente Estado. Fue en esta conversación cuando Joaquín Baleztena, tío Joaquín, dijo profeticamente:

-         Cada victoria militar  es para nosotros una derrota política porque nos necesitan menos.

            El aitacho estuvo presente como comisionado en el entierro del rey, en Puchhein donde un grupo de requetés uniformados dio escolta al féretro hasta la iglesia donde se celebraron los funerales de cuerpo presente y posteriormente fue inhumado en la cripta del castillo.

Ignacio Baleztena (segundo por la izquierda) en Viena en Septiembre - Octubre de 1936 para asistir a los funerales de D. Alfonso Carlos I, rey carlista.
             Quedaba al frente de la Comunión Tradicionalista D Javier de Borbón Parma, nombrado regente por D. Alfonso Carlos antes de su muerte, al fallecer éste sin dejar descendencia.

            Posteriormente el aitacho, tras una nueva despedida dolorosa, volvía al frente de Madrid, y en palabras de tía Lola “Finalizó el año 36, dejando tras sí reguero de lágrimas y sangre, pero también saturado de vibraciones de entusiasmo, de actos de generosidad y valor, como para sublimar una época y pasar a la historia... si algún día llega a escribirse imparcialmente”.
           
            El aitacho volvería en poco más de dos meses durante el permiso de Navidad, organizando una buena de las suyas con ocasión de… lo que veremos en la próxima entrada si Dios quiere.

Puchheim, donde fue enterrado en 1936 D. Alfonso Carlos I, en una postal escrita a la familia Baleztena en los años 60
Postal dirigida a la familia Baleztena a Leiza, de Puchheim: "desde la tumba de D. Alfonso Carlos y de Dña. María de las Nieves"