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jueves, 28 de junio de 2012

Ignacio Baleztena llama cobarde al comandante y salva a dos leizarras


Querido lector, dejábamos al aitacho en los primeros días del Alzamiento, concretamente el 21 de Julio, y seguimos la crónica de ese día entre Pamplona y Leiza.

Al regresar de Pamplona nos extrañó ver en el pueblo de Huici a los requetés que habíamos dejado en Leiza. Por una táctica militar, para nosotros incomprensible y que bien podría ser puesta en tela de juicio andando el tiempo, al saber que los rojos estaban en Urto[1], se dio la orden de replegarse al otro lado del puerto, dejando a Leiza indefensa a las puertas de Guipúzcoa.

Mi padre Ignacio al comprobar lo ocurrido hizo parar el coche y se acercó al Comandante Tutor indignado:

-         ¿Por qué en vez de avanzar retroceden dejando Navarra desprotegida?. Hay que avanzar hasta Tolosa. En ese tramo tenemos muchos apoyos. ¡Los requetés no retroceden!.[2]

-         Usted no es nadie para cuestionar las tácticas militares- respondió el comandante

-         Y usted es un cobarde- le dijo de pronto mi padre.

Rapidamente la mano amiga de un requeté agarró en volandas al aitacho y lo llevó al coche avisándole:

-         D. Ignacio, eso que ha hecho se puede calificar de traición y le pueden formar un consejo de guerra, desaparezca de aquí corriendo.

Sin darle tiempo a protestar de nuevo mi padre se vio dentro del coche y su hermana la tía Lola arrancó y puso dirección a Leiza.

En Urto, a las afueras de Leiza, en la muga de Navarra con Guipúzcoa, estaba una caseta que servía de puesto para los miqueletes y que había sido tomada por los rojos. Así que mientras el aitacho estaba en Pamplona, según nos cuenta la tía Lola en sus memorias:

“ Dos muchachos del pueblo (Leiza), socialista el uno y nacionalista el otro, marcharon en bicicleta a Urto para anunciar que Leiza estaba desguarnecido. Afortunadamente, allí no había fuerza como para pretender un ataque, pero como esto no se sabía, el pueblo vivió horas amargas.

La caseta de los miqueletes en Urto, a las afueras de Leiza, había sido tomada por los rojos.
             Las puertas de casa se cerraron, la gente huyó, los niños de nuestra familia fueron escondidos en una gambara[3] junto con las hermanas, que llevaron algunos objetos de valor; los hermanos estaban en Pamplona y sólo mi cuñado Pablo Jaurrieta, asomado al balcón con una escopeta de caza, se preparó a recibir al enemigo. Su situación hubiese sido desesperada, y por lo mismo, es de agradecer su valiente abnegación por defender la casa.

            Los dos muchachos, que actuaron de espías, no se dieron cuenta de la gravedad de su acto; estando ya en guerra tenían pena de fusilamiento. Hubiera sido horrible la muerte de aquellos chicos, que aunque engañados, eran buenos.”

Ante esta situación, Ignacio Baleztena, nada más llegar a Leiza fue corriendo a verles haciéndoles ver la gravedad de lo que habían hecho. Tenía que hacer algo rápido para salvarles. Lo primero era que no se les viera y comenzó las gestiones rápidamente. Llamó a Sánchez Marco, amigo suyo, y le recomendó para que pusiera a su servicio a Perico Zaldar, sin decir obviamente que era el joven nacionalista que había ido a alertar a los rojos de que Leiza estaba desguarnecida. Mi padre comprometió su palabra asegurando que era un buen chico y salvándole así la vida ya que Perico fue aceptado como ordenanza de Sánchez Marco, hasta tal punto que se distinguió durante toda la campaña por su gran valor. Respecto al socialista consiguió que desapareciera de escena, sacándolo a escondidas de Leiza. Quien iba a sospechar que el acompañante de Ignacio Baleztena fuera el que había intentado que Leiza fuera tomada por las izquierdas. Finalmente éste último (el joven socialista) se alistó en el bando nacional y lo cierto es que lejos de “cumplir el expediente” o intentar pasarse al lado rojo se destacó en el frente y curiosamente fue abatido por “los suyos” ya que acabo muriendo heroicamente en el frente de Huesca.

Y en próximas entradas si Dios quiere veremos como la caseta de Urto va a dar mucho que hablar.


[1] La casa de los miqueletes en la muga con Navarra.
[2] Mi padre Ignacio Baleztena siempre sostuvo que si no se hubiera retrocedido y en vez de “perder ese tiempo” se hubiera seguido avanzando hacia Tolosa y de allí a San Sebastián el frente del Norte hubiera caído mucho antes y quizá se hubiera acelerado el final de la contienda. Cierto es que el conocía que los carlistas contaban con muchos apoyos en esa zona, pero no era precisamente un experto en estrategia militar. Nunca sabremos que hubiera pasado realmente.
[3] Desván

jueves, 14 de junio de 2012

21 Julio de 1936 en Leiza, Ignacio Baleztena repone los crucifijos


Querido lector, como veíamos Leiza estaba en plena ebullición en esasprimeras horas del Alzamiento. El aitacho, Ignacio Baleztena, tras haber dejado organizado lo de Casa Baleztena en Pamplona se presentó la mañana del 21 en Leiza y como Jefe Carlista de la Merindad de Pamplona, nada más llegar tomo el mando del Ayuntamiento de Leiza como alcalde provisional durante unos días y organizó lo que consideraba prioritario, básico, anterior a todo: reponer los crucifijos que habían sido prohibidos y retirados por las leyes anticatólicas, para volver a ponerlos en sus lugares de origen. Así finalizaba la larga "batalla de los crucifijos" librada durante la república en la que la mayoría del pueblo navarro se oponía a su retirada, frente a las autoridades de la república. Cómo fue la reposición en Leiza nos lo cuenta la tía Lola:
Ignacio Baleztena organizó la reposición de los crucifijos en Leiza el 21 de Julio de 1936. El acto se hizo en la plaza, frente al Ayuntamiento en el que, como se ve en la foto, ya ondeaba la bandera española. Algunas fuentes aseguran que el Ignacio Baleztena como alcalde tiro al suelo la bandera republicana que fue quemada. Este testimonio es seguramente erróneo. Es posible que él retirara la bandera tricolor e izara la Española, pero es casi seguro que no participó en su ultraje. Aunque parezca un hecho menor el aitacho siempre nos enseñó que las banderas se retiran, pero no se queman ni ultrajan.

“Y seguía acudiendo gente, y la cocina seguía funcionando, y el comedor siempre ocupado. De mañana, llegó Ignacio y como jefe de la Merindad de Pamplona, su primer acto al frente de sus huestes fue magnífico: el requeté formado subió a la Iglesia para traer de ella los Crucifijos que habían sido retirados de la escuelas e invitó al vecindario para que se sumara al acto. Cuando con ellos entraron en el ayuntamiento, los voluntarios presentaron armas y con toda solemnidad fueron repuestos en el lugar donde las leyes sectarias los habían arrancado. ¡Con qué entusiasmo adornaron las Margaritas el altar! Repicaron las campanas, y los requetés, formados en la Plaza, rindieron armas al Señor de los Ejércitos, que volvió a ocupar su puesto de honor rodeado de guirnaldas tejidas por las Margaritas. Guirnaldas de yedras y flores a profusión rodeaban la sagrada imagen y cantaron el himno “Cristo gure Erregue”

También en Pamplona (como se ve en esta foto) y en otros sitios de toda Navarra se ralizaron actos públicos de desagravio y reposición de los crucifijos.
             Finalizado en Leiza el acto se presentaba una misión más peligrosa: Mi padre Ignacio y sus hermanos tuvieron que hacer de guías para un primer reconocimiento del terreno.

            “Después de esta hermosa acción espiritual, limpios de conciencia pues se habían confesado aquella mañana, partieron para el primer reconocimiento. Se decía que la caseta de los miqueletes de Urto, muga con Guipúzcoa, a cuatro kilómetros, estaba ocupada por los rojos. Para cerciorarse, guiados por mis hermanos, conocedores del terreno, llegaron a un lugar muy oculto de donde pudieron ver que allí no había ningún movimiento.

De pronto, un grupo compuesto de unos cuarenta hombres apareció en la carretera; traían aspecto lamentable, rota la ropa, deshecho el calzado, cubiertos de barro. Se destacó uno de ellos, y poniéndose al frente de aquel pelotón de desarrapados, ordenó con voz firme: ¡A formar! ¡En marcha! Y a la voz de mando se irguieron los fatigados cuerpos y, sacando fuerza de flaqueza, llegaron marciales frente a la compañía de los requetés. Los dos grupos quedaron unos momentos mirándose, con admiración los unos, con curiosidad los otros.

- “¡Rompan filas!” –ordenó el jefe. Y entonces, los recién llegados se abrazaron a los que iban a ser sus compañeros de armas.

Eran requetés de San Sebastián y contaron su peligrosa odisea. Cumpliendo órdenes, en la madrugada del 19, se distribuyeron entre el Hotel María Cristina y el cuartel de Loyola. Cuando llenos de valeroso entusiasmo entraron en el cuartel la confusión más entera reinaba en él. El jefe Carrasco se negaba a la sublevación a pesar de estar comprometido en ella. Los oficiales desesperados dijeron a los requetés:

-         Marchad a Navarra. Llegad hasta Mola y contarle lo que aquí pasa”.

Así que se debía de ir urgentemente a estar con Mola y dos requetés donostiarras (Anthon Carrere y otro) junto con mi padre Ignacio Baleztena se trasladaron de inmediato a Pamplona en el coche de la tía Lola que nos cuenta lo sucedido:

            “Cuando en Capitanía pidieron audiencia con Mola, fueron mal recibidos. El General estaba atareadísimo y no podía recibirles.

- Pues tendrá que recibirnos por encima de todo.- dijo Ignacio, y sin esperar entraron en su despacho.

-         Disculpen, no puedo atenderles, dijo Mola.

- Traemos noticias de San Sebastián y no son buenas. El cuartel de Loyola no se
ha sumado al Alzamiento.

-         Imposible, no puedo creerlo...

-         Pues, estos muchachos llegados de allí podrán informarle.

La situación había cambiado, la frontera noroeste de Navarra ahora estaba en primera línea. El aitacho tenía que volver pronto a Leiza, y su sorpresa fue, la que veremos en la próxima entrada si Dios quiere.

martes, 12 de junio de 2012

19 y 20 de Julio. El Alzamiento en Leiza.


            Querido lector, dejábamos al aitacho viviendo intensamente el 19 de Julio de 1936 en Pamplona. Mientras tanto Leiza se estaba convirtiendo en centro de operaciones del Alzamiento en el norte de Navarra, y Petrorena, la casa familiar en dicho pueblo, “cuartel general” del mismo. Al enterarse de ello el tío Joaquín, hermano de mi padre y Jefe Regional Carlista de Navarra fue requerido allí, partiendo inmediatamente con la tía Lola, mientras que mi padre Ignacio se quedó tras una agotadora jornada en Pamplona, atendiendo a los refugiados que estaban en Casa Baleztena.

            Respecto a lo que se encontraron al llegar a Leiza el 19 de Julio nos lo cuenta la tía Lola en sus memorias.

            “Cuando llegamos a Leiza, ya de noche, la Plaza presentaba un espectáculo insólito. A la luz de las hogueras, a las que se acercaban para calentarse, se destacaban la silueta de miles de requetés, los fusiles con las culatas apoyadas en el suelo y los centros entrelazados daban el aspecto de un vivac en descanso después de una victoria”.

            Fue entonces cuando se enteraron que el Alzamiento había fracasado en Guipúzcoa, ya que el cuartel de Loyola no se sublevó como estaba previsto, dejando colgados a todos los voluntarios requetés guipuzcoanos que acudieron al mismo, teniendo que huir por el monte hacia Navarra. Entre los que llegaron a Leiza muchos eran de Tolosa. Y al igual que en Pamplona Casa Baleztena dio cobijo a muchos huidos de la zona roja, en Leiza Petrorena hizo otro tanto:

Dolores Baleztena -la tía Lola- en el centro rodeada de uno de los grupos de carlistas vascos guipuzcoanos evadidos de Tolosa a Leiza.
            “Las margaritas, que desde el primer momento se habían puesto en acción, recorrieron las casas pidiendo hospedajes y alimentos. En la nuestra (Petrorena), no sé a punto fijo cuántos hallaron cobijo, pero sí sé que nuestras camas estaban ya cedidas y nosotras tuvimos que albergarnos en unos cuarticos de la “gambara”[1].

Carlistas tolosarras ya uniformados (en una foto posterior), con margaritas enfermeras del Hospital Alfonso Carlos

            Además se juntaban con los voluntarios de otros puntos de Navarra que acudían hacia Guipúzcoa.

“En casa entraban y salían los muchachos, conocidos en gran parte pues procedían de Beire, Olite y San Martín de Unx y los habíamos visto muchas veces en la romería de Ujué”.

            Si para una familia numerosa, como Dios quiso fuera la nuestra, Petrorena era grande y tenía camas de sobra, para alojar a un regimiento resultaba insuficiente. Sin embargo, por un desconocido cálculo matemático, todos entraban en ella y muchos, hasta dormían. Funcionaba la cocina, se vaciaban los armarios de sábanas y de mantas; el movimiento era febril. Aquellos primeros días de la guerra en Leiza la casa quedó convertida en cuartel general;
             
            Como curiosidad tengo que comentar que entre los muchos que durmieron allí estaba el Alférez de Requetés José Hualde Basterra, que, tras una campaña agotadora, estuvo durmiendo más de 24 hora seguidas en el cuarto de las alcobas. Tras incorporarse de nuevo a filas murió en el frente. ¿Y a qué viene esto?. Pues porque, cosas de la Providencia, su sobrina Mª Jesús Gurrea Hualde, es felizmente desde hace casi 50 años mi mujer. Quien iba a decirlo en aquellos convulsos momentos.

            “A la mañana siguiente, como muchos no tenían boina roja y no querían lanzarse a combatir sin ellas, las margaritas, de una pieza de tela roja, cortaban y cosían rápidamente las suspiradas “cimeras”. También fueron a las casas de los del grupo de ezpatadanzaris del Ayuntamiento. Entregaron sus boinas rojas sin protesta, pese a que algunos de ellos eran nacionalistas, y es más, debo añadir que más de uno de estos últimos, atraído por el ejemplo, y empujado por sus antepasados, se encuadraron en el Requeté. Y fueron muy bravos y apreciados.”

De la llegada de estos requetés a Leiza nos cuenta también una curiosa anécdota Fco. Javier Lizarza:


“Estábamos en Leiza con mi madre, y el mismo 19 de julio, a media tarde —no lo olvidaré nunca, yo era un niño de ocho años— llegaron los primeros requetés: eran dos autobuses de chicos de Olite, chicos jovencísimos, de 16 o 17 años, todos con boinica, camisa blanca y alpargatas del campo. Pararon en la calle principal de Leiza, frente de la fonda Gogorza, y allí estaban para recibirles las autoridades del pueblo. Estaba el alcalde de Leiza —de origen carlista—, el cabo de la Guardia Civil, mis tíos Nazario y Rufino… Entonces, el cabo de la Guardia Civil soltó un pequeño discurso: «¡Bienvenidos!, Leiza os agradece que estéis hoy aquí, porque venís a salvar España…». Y para terminar, el cabo gritó: «¡Viva la República!». Entonces, la gente del pueblo presenté le increpó: «¡Txorua!, ¡txorua!» —que significa “loco” en vasco—, y él nervioso corrigió: «No, que me he equivocado, ¡muera la República». Aquél estaba —como muchos militares—con esa idea de que la sublevación serviría para restaurar el orden, pero continuando la República”.

            Así estaba el ambiente en Leiza cuando llegó el aitacho desde Pamplona y lo primero que organizó fue… lo que veremos en próximas entradas si Dios quiere.


[1] Desván.

domingo, 10 de junio de 2012

Corpus Christi

Corpus Christi en Leiza (Imagen de archivo del blog)
Corpus Christi en Pamplona (Imagen de archivo del blog)
Querido lector, esta mañana la vieja Iruña, nuestra querida Pamplona, ha vuelto a ver pasear al Santísimo por sus calles, igual que tantas ciudades y pueblos de Navarra y de todo España. Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.

Para relacionar este día con el aitacho puedes pinchar aquí, y en la próxima entrada seguiremos con su biografía si Dios quiere.

viernes, 8 de junio de 2012

19 de Julio de 1936. El Alzamiento en Navarra


            Querido lector, dejábamos al aitacho en la noche del 18 de Julio a la expectativa de lo que pudiera pasar.

            Pues bien al amanecer del 19 de Julio de 1936 fue el Alzamiento en Navarra, un día después que en el resto de España, y con un carácter muy peculiar. Fue un levantamiento fundamentalmente popular y masivo a diferencia de una sublevación exclusivamente militar. Como se verá los militares tuvieron que ir al ritmo de los voluntarios y no al revés. Y la otra característica fundamental es el carácter de defensa de la Religión que tuvo. Si la II república no hubiera perseguido tan violentamente a la Iglesia Católica posiblemente el carlismo navarro no hubiera participado tan activamente. En resumen fue un Alzamiento eminentemente  popular, con un fuerte carácter de defensa ante la persecución religiosa, y que unió a todas las clases sociales. Para comprobarlo leemos las memorias de la tía Lola, hermana de mi padre:

            “Aquel histórico 19 de julio de 1936, lucía un sol espléndido en la vieja Iruña. ¡Qué era aquello, Dios mío! ¡Qué espectáculo tan indescriptible! Por todas las calles afluían riadas de jóvenes con sus uniformes y boinas rojas; se veían y oían caras de júbilo, gritos de entusiasmo, un grupo de Margaritas paseaban la bandera española, aquella bandera que nos regaló en Pau un grupo de legitimistas franceses (a los del Muthiko). Fue la primera que salió a la calle al alborear el día.” (Para ver la historia de esta bandera pincha aquí)

Un grupo de Margaritas apoyadas por más gente sacaron la primera bandera rojigualda a la calle en Pamplona el 19 de Julio de 1936. Esta era precisamente la que le habían regalado a los del Muthiko Alaiak en su gira por Pau, y que juraron defender hasta morir. Pronto iban a hacerlo.

            “Pero donde el espectáculo se desarrollaba en toda su soberana grandeza, era en la Plaza del Castillo.ante el Círculo Carlista aquello era un hervidero de gentes, un loquero de entusiasmo. “Llegó la nuestra”, nos decíamos abrazándonos hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Ante el Círculo paraban sin cesar autos, camiones y hasta carros de labranza llenos de mozos, sin más armas y uniformes que la boina roja. Algunos, ni siquiera llevaban chaqueta. Se tiraban de los coches dando vivas: “Aquí venemos, confesadicos y comulgadicos p’a lo que Dios quiera”, gritaba un mozo de aspecto enérgico y valiente.

            Este Círculo Carlista bien se podría llamar Cuartel General de los Voluntarios. Ante él se paraban sin cesar camiones repletos de mozos enarbolando las banderas de los Círculos; algunos uniformados, los más si ellos, en mangas de camisa, pero con boinas rojas. Sin armas, mas con una fe y entusiasmo capaz de vencer a un ejército.”

Foto de los primeros voluntarios requetés que se presentaron en Pamplona, provinientes de toda Navarra. "Algunos uniformados, los más si ellos, en mangas de camisa, pero con boinas rojas. Sin armas, mas con una fe y entusiasmo capaz de vencer a un ejército.”

Casa Baleztena refugio y centro de prensa

            Mientras tanto, enfrente del Círculo, en Casa Baleztena, convertida en centro de acogida de militares que habían huido de la zona roja por Francia, mi padre Ignacio organizó un centro de prensa muy peculiar como nos sigue contando su hermana la tía Lola:
           
            “En Casa Baleztena el comedor de la casa era un desorden terrible formado por colchones tirados por el suelo. Parece ser que fueron ocupados por militares perseguidos llegados de Francia, donde estaban esperando el aviso oportuno para “echarse al monte”. Relativamente ordenado, en el mismo comedor  se estaba celebrando en torno a la mesa lo que ahora se llama “rueda de prensa”. Periodistas de toda Europa, allí congregados, preguntaban insaciables. Mis sobrinas, que sabían francés, inglés y alemán, aprendidos en los pueblos diplomáticos por los que pasó su padre, eran interviuvadas. Continuamente se volvían a su tío Ignacio para decirle: preguntan esto... ¿qué les contestaré? ... Y como si estuvieran en la ONU, traducían inmediatamente

Engalanamiento de la casa y bandera bicolor en la Diputación
           
“Estando poniendo las colgaduras[1] vimos a un grupo de requetés llevando en triunfo la bandera española. Subieron a la Diputación para colocarla, y cuando flameó gallarda en la fachada principal, una vez más se puso al rojo vivo el frenético entusiasmo.”

Los requetés arriaron la bandera republicana (mástil vacío de la izda) y colocaron en el centro una bandera española que levanto el entusiasmo de los congregados. Mola tuvo que rendirse a la evidencia. La república había finalizado en Navarra.
Como estamos viviendo el pueblo carlista, los voluntarios, estaban organizando el asunto por su parte. Por un lado estaba el centro de organización del Alzamiento civil (El Círculo Carlista) con la zona de prensa en Casa Baleztena, y por otro lado estaba el militar, en el Palacio del Virrey (entonces Capitanía y actualmente Archivo de Navarra) que enarbolaba la bandera tricolor, a donde le llegaban todas estas noticias a Mola, el “director” del levantamiento militar. Como vemos no se esperaba una respuesta tan masiva que le desbordaba definitivamente su antigua idea de imponer un directorio republicano.

            “Mola, al enterarse de este episodio, dijo que eso de la bandera era prematuro, pues todavía no se había tratado de ello. Uno de los que allí estaban comentó:

-         ¡Dejadlos! ¡Vamos a morir por ella!

            Y seguían, sin interrupción, llegando camiones cargados de mozos de la ribera, que “abandonando en su arranque amores y hogar y dejando en los campos la mies sin segar”, acudían para trabajar y conquistar en otros campos yermos de fe y de amor patrio.

Requetés en la Ciudadela. Los voluntarios venidos de toda Navarra se fueron presentando en cuartel, en Capitanía y en la Ciudadela (en la foto) para consguir las armas y organizarse.

Los requetés comenzaron a salir en autobuses y camiones hacia los distintos frentes (fundamentalmente Madrid y Guipúzcoa). Entre ellos iban dos sobrinos de Ignacio: los hermanos Javier y Juan Jesús Jaurrieta Baleztena (Chan).

Una vez conseguidas las armas y relativamente organizados los requetés desfilaban entre Casa Baleztena ya engalanada y la Diputación Foral de Navarra antes de partir hacia los distintos frentes.

            El último camión desapareció cuando el sol se ocultaba, y ¡qué en tinieblas dejó nuestros corazones! Navarra había enviado camino de Madrid y camino de Guipúzcoa su cargamento de héroes. Una era angustiosa se abría en nuestras vidas. ¿Qué penalidades les esperaban? ¡Cuántos sucumbirían en el combate!”

Efectivamente muchos requetés no volverían con vida. En la foto las del Muthiko Alaiak en el entierro del requeté Madoz en Pamplona.
            Y así llegaba la noche del 19 de Julio de 1936 en la que gran parte de Navarra, fiel a la Tradición de sus mayores, se alzó en defensa de Dios ante la violenta persecución religiosa, de la Patria frente a la amenaza de una inminente dictadura del proletariado, y en concreto los carlistas (que formaban el grueso) también de las libertades forales y en espera de que pudiera volver el Rey D. Afonso Carlos, aunque esto último no pudieran decirlo abiertamente. Dios, Patria-Fueros, Rey. En las próximas entradas veremos la actividad del aitacho los días que siguieron, si Dios quiere. Y con ello veremos que ocurría en Leiza…


[1] Engalanando Casa Baleztena que se halla frente a la Diputación Foral de Navarra

miércoles, 6 de junio de 2012

18 de Julio de 1936, Ignacio Baleztena entre Leiza, Pamplona y San Sebastián.


Sagrado Corazón de Jesús,
en vos confío

Querido lector, abandonamos Mayo, mes de la Virgen, para comenzar Junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En las casas de Navarra es tradición al inaugurarlas, bendecirlas y entronizar una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en un lugar preferente. Esto que escribo como inicio ayudará a entender el final de esta entada.  
Esta imagen del Sagrado Corazón de Jesús que durante años presidió el salón de plenos del Ayuntamiento de Leiza, al ser retirado del mismo actualmente está entronizado en Petrorena, la casa familiar de los Baleztena en dicho pueblo.
En nuestra tierra la devoción al Sagrado Corazón está muy arraigada. En los ayuntamientos, puertas de las casas, ciudades, pueblos… nunca faltaba una imagen del mismo. Precisamente el aitacho era especialmente devoto del Mismo. En casa Baleztena todos los días de este mes se le rezaba y cantaba como ya vimos el año pasado. Y esta tradición la mantienen viva en sus respectivas casas nietos y biznietos de Ignacio Baleztena.

Y cambiando de tercio, para no retrasar demasiado su biografía la retomamos donde la habíamos dejado: en Leiza el 17 de Julio de 1936. La cónica de lo que sucedió estos días la dejo en manos de la tía Lola, hermana de mi padre Ignacio Baleztena:

            “Al día siguiente, 18 de julio, pretendimos hablar con Pamplona pero las comunicaciones estaban cortadas. Entonces se nos ocurrió ir a San Sebastián en busca de noticias. Al pasar por Tolosa todo parecía tranquilo, así, como en los pueblos del trayecto.

            En San Sebastián Santita[1], mi sobrina, y yo fuimos enseguida a casa de Bustinduy, que era jefe de los requetés en Guipúzcoa y su hermana nos dijo que andaba por los pueblos dando la orden de acudir en la madrugada del domingo al cuartel de Loyola para secundar la sublevación, y también nos dijo que nos fuéramos cuanto antes, pues la carretera de Pamplona sería cortada.

            Como nos habíamos separado de mi hermano Ignacio[2], estábamos impacientes por verle llegar y más, al oir las radios por el barrio de Gros diciendo que la sublevación estaba dominada. Las calles iban quedando desiertas; por el Paseo de la Concha no quedaba un alma ...

Llegó por fin Ignacio trayendo menos noticias que nosotras. Al acercarse al Gobierno Civil, por ver si allí se observaba algún movimiento, se encontró con Manuel Irujo, diputado nacionalista de Navarra y más tarde Ministro de Justicia en el Madrid rojo.

-         ¿Qué haces por aquí? –le preguntó.

- Pues, como estamos proyectando una gira a Francia con los Muthikos, vengo por la cuestión de los pasaportes.

- Bien Ignacio; tú siempre de buen humor. Pues yo, como he oído rumores de sublevación, vengo al Gobierno a saber qué hay de cierto.

Y los dos se separaron amigablemente. Los dos se mintieron con descaro, pero la mentira de Irujo fue más transcendental. Pudimos comprobarlo aquella misma tarde,
El periódico de la tarde, “El Día”, decía: El señor Irujo en el Gobierno Civil para ofrecer al gobierno las fuerzas de los nacionalista de Euzkadi. Como se ve, la mentira de este último fue bastante transcendental.

            Al regresar ya no funcionaba ningún auto; en los pueblos se veían grupos discutiendo acaloradamente. Después del nuestro, raro sería el coche que consiguiera salir de San Sebastián. Una vez más, la Providencia veló por nosotros.

            Al regresar a Leiza nos comunicaron las últimas noticias: había ya estallado el Alzamiento aunque no en las calles. En vista de esto, sin probar la comida, nos fuimos a Pamplona mis hermanos Joaquín[3] e Ignacio y mi sobrino Javier[4], pero ante el temor de cómo estaría cierto barrio algo conflictivo de los alrededores, tomando la carretera de Osquia, llegamos a Cizur, y desde allí pudieron ponerse al habla con el Círculo Carlista, donde se encontraba Juan Jesús (Chan[5]), otro sobrino, pues cuando su familia se marchó a Leiza él se negó a ir, diciendo a su madre: “Imposible, mamá. En el Círculo nos estamos todos confesando porque se prepara algo de una terribilidad terrible[6].”

-         Enseguida subo a Cizur y os llevaré un encargo de suma importancia.- contestó Chan al otro lado del teléfono.

            Mis hermanos (Ignacio y Joaquín) y Javier, el suyo (el de Chan), bajaron a recibirle y mientras tanto, yo me quedé en casa Larraya y con las margaritas del pueblo. Al salir, paró en la puerta un coche y lanzó un gran paquete más este aviso: - Mañana, después de oír la primera misa, toda la Cendea a la concentración de Pamplona, y ¡viva España! Y salió disparado sin más explicaciones. Eran boinas rojas para los de todos los pueblos que irían allí a recogerlas.

            En el gran salón de la casa, donde estaba entronizado el Sagrado corazón, como en tantas otras, poniéndonos de rodillas ante él esparcimos las boinas rojas mientras suplicábamos fervientemente: Bendícelas Señor. Van a cubrir las cabezas de los defensores de la Santa Causa.

            Joaquín e Ignacio junto con Juan Jesús (Chan) bajaron a Pamplona. Y los demás con Javier nos volvimos a Leiza.

            Y así dejamos al aitacho en Pamplona en la noche del 18 de Julio, expectante ante la evolución de los acontecimientos, como veremos en la próxima entrada si Dios quiere.


[1] Mª Santos Jaurrieta Baleztena, sobrina de Ignacio
[2] Ignacio Baleztena Ascárate, mi padre
[3] Joaquín Baleztena Ascárate, hermano de Ignacio y Jefe Regional Carlista de Navarra
[4] Javier Jaurrieta Baleztena, otro sobrino de Ignacio Baleztena
[5] Juan Jesús (Chan) Jaurrieta Baleztena, hermano de de Javier y por tanto sobrino de Ignacio Baleztena
[6] Una expresión muy suya.